El 9 de Septiembre de 2012, Andrés Manuel López Obrador anunciaba su separación del Partido de la Revolución Democrática PRD (y del Movimiento Progresista en general) ante la incredulidad de algunos y el desdén de otros. López Obrador plegaba en ese momento sus esfuerzos a dirigir la asociación Movimiento de Regeneración Nacional MORENA, creada en octubre de 2011, en sus esfuerzos por impulsar un “Nuevo Proyecto Alternativo de Nación”. El rompimiento con la dirigencia del PRD (Nueva Izquierda) data del intento fallido de López Obrador por controlar internamente al partido en el año 2008 y por la decisión del PRD de formar alianzas electorales con el Partido Acción Nacional PAN desde 2009. Para López Obrador las alianzas entre PRD y PAN resultaban tan espurias como la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa, y el Pacto por México significaba la traición del PRD hacia el pueblo de México. No faltaba quien, en ese momento, creyera a López Obrador políticamente desahuciado; todavía tenía que convencer plenamente a los miembros de MORENA a transformarse en partido político y crear maquinarias electorales locales. A pesar de su carisma, convertir a MORENA en un partido político competitivo parecía una tarea titánica, sin precedentes en nuestra historia.
Crear y hacer crecer un partido político tras el retorno del Partido de la Revolución Institucional PRI, en la persona de Enrique Peña Nieto, a la presidencia de la República y con alianzas “estratégicas” entre el PRD y el PAN se antojaba, si no inviable, si muy complicado. Sin embargo, los escandalosos casos de corrupción que desde muy temprano azotaron al equipo y familia del presidente, a gobernadores salientes y en funciones (muy especialmente del PRI), los pesados costos políticos de las “reformas estructurales” signadas en el marco del Pacto por México, y el preocupante aumento de la violencia combinado con una enorme incapacidad operativo-política de la Secretaría de Gobernación, generaron el contexto óptimo para la consolidación de MORENA. A esto se sumó la grave crisis de legitimidad y operativa que sufren tanto el PRI como el PAN, además de la sorpresiva incompetencia de sus candidatos presidenciales. La velocidad de crecimiento político y maduración de operación electoral de MORENA ha sido enorme. Como escribí aquí hace un año, entre 2016 y 2017, MORENA se convirtió en la primera fuerza electoral en tres de los cuatro estados con los padrones electorales más grandes: el Estado de México, Veracruz y la Ciudad de México.
Las elecciones del pasado domingo reafirman la tendencia al alza en la maduración electoral de MORENA; el partido ahora se consolida como la primera fuerza política electoral del país, enviando al PRI y al PRD a diminutos tercer y cuarto lugares que se consolidarán en los próximos cuatro años. De no gobernar una sola entidad federativa, MORENA ahora gobernará (antes de saber los resultados de la judicialización de las elecciones en el estado de Puebla) la Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Tabasco y Veracruz. De ser una fuerza tangencial en el congreso, ahora MORENA será mayoría. Con un muy intenso trabajo electoral local, López Obrador consiguió ganar la elección presidencial con más del 50% de los votos en una participación electoral de más del 60% de los inscritos en la lista nominal de electores. De tal manera que la radical modificación del mapa electoral nacional parece ser la primera expresión de cambio político, de lo que López Obrador insiste en llamar la cuarta transformación del país.
Quisiera subrayar dos cosas con respecto a la dinámica política con la que se está presentando el potencial cambio político en México. Primero, uno de los principales retos que va a tener un el gobierno de López Obrador es crear un gobierno eficaz a través de despersonalizar el ejercicio del poder. Para mí, uno de los grandes retos que enfrentaba la candidatura presidencial de López Obrador era el estar construida al rededor del culto a su personalidad y es precisamente este mismo reto el que se replicará en su presidencia. Tener un gobierno efectivo requerirá la consolidación de una bancada legislativa y operacionalizar políticas de manera local y esto requiere, a su vez, una descentralización política que comienza por instrumentar una política lo menos personalista posible permitiendo que miembros de su gabinete y asesores vaya obteniendo cada vez más un papel protagónico y de responsabilidad. De no ser así no sólo se pone en riesgo la realización de muchas de sus promesas de campaña sino también diluye la posibilidad de rendición de cuentas de todos los actores involucrados ya que toda responsabilidad le sería achacada personalmente a López Obrador. “Barrer las escaleras de arriba para abajo” requiere también ir delegando responsabilidades de manera efectiva y, muy importantemente, sin clientelismos que deriven fácilmente en corrupción. La responsabilidad de López Obrador y MORENA no es menor; a diferencia de Vicente Fox que llegó a la presidencia con un importante “bono democrático” de legitimidad, López Obrador y los gobiernos estatales que ha conseguido MORENA llegan con un impresionante “bono democrático” de poder real (por ejemplo, MORENA obtuvo mayoría de diputados en Veracruz donde el PRI no obtuvo ni una sola curul).
Segundo, y por último, me parece muy importante hablar del fracaso de la izquierda. Por un lado, la institucionalizada en el Frente y el Partido de la Revolución Democrática. Desde 1988 el PRD sólo ha tenido dos candidatos presidenciales: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. Tan crítica se tornó la situación esta vez que tuvieron que apoyar la candidatura de un panista. La falta de una formación de cuadros y liderazgos ha llegado a su límite y el PRD requiere de una reconstrucción seria. Por otro lado, si la izquierda ahora representada por MORENA pretende consolidarse como la fuerza progresista que guíe el cambio político en México no puede cometer errores como los de aliarse con fuerzas retrógradas y ultraconservadoras como las congregadas en el moribundo Partido Encuentro Social; esperamos nunca ver de nuevo alianzas espurias como esa en el Nuevo Proyecto Alternativo de Nación.